

Tener la capacidad de soñar, de proyectarnos hacia el futuro, de imaginar el mundo tal como nos gustaría que fuera es la característica que nos convierte en seres humanos.
Los sueños son el motor que alimenta el progreso, el cambio y la mejora. Soñarnos como mejores versiones de nosotros mismos, soñar con una sociedad más justa, más equilibrada, más compasiva, más democrática, más solidaria y más inclusiva es el acicate que nos empuja a perseguirla.
¿Qué habría sido de este mundo sin soñadores de la talla de Leonardo DaVinci, John Lennon, Martir Luther King, Isaac Peral…?
¿Qué sería de nosotros si no “produjésemos” nuevos soñadores como Elon Musk o Steve Jobs…?
¿Cómo avanzaríamos si no hubiera cada día millones de soñadores anónimos, que imaginan mil formas para mejorar su entorno e invierten su tiempo, sus recursos y toda su energía para alcanzarlo?
Yo me confieso una soñadora. Creo firmemente en que, la tan denostada política, es la herramienta para cambiar la sociedad y creo firmemente en que la política y los que la ejercen pueden ser otra cosa.
Creo firmemente en la voluntad de servicio público, en que valores como la coherencia entre el discurso y el curso de acción política de nuestros representantes, la honradez en la gestión de los recursos, la mesura, la prudencia, la gestión adecuada de lo de todos, deben ser virtudes que adornen a los que se dedican a la política.
Ya, ya… ya sé que estás leyendo esto y sonriendo entre dientes… “Otra inocente a la que se van a zampar a dentelladas” pensarás…
Pero a todos los soñadores se los ha tildado de locos o de inocentes alguna vez, así que eso no me desanima. Me resisto a creer en el triunfo de lo podrido sin ofrecer batalla.
En mi corta vida en la política activa, he visto de lo peor y de lo mejor que se puede ver. Lo peor ha sido ver como una cuota de poder, por pequeña que sea, transforma a amigos en enemigos, y a personas aparentemente normales en reyezuelos y caciques.
Por suerte, también he visto como, la posibilidad de cambiar las cosas a mejor para todos, convierte a ovejas en leones, a los débiles en fuertes y a desconocidos en verdaderos superhéroes, y todos ellos tienen algo en común. Son soñadores que han aprendido a decir NO
No, no vas a robarme mi sueño con tus mentiras. No, no vas a comprar mi sueño con dinero, o con prebendas o con poder. No, no vas a destruir mi sueño con tus manipulaciones. No, no vas a quitarle la voz a mi sueño por muchas veces que intentes hacerme callar. Firmemente No.
Nuestra sociedad está llena de soñadores anónimos, de superhéroes desconocidos y es hora ya de darles voz.
Déjame… déjame que sueñe CONTIGO